Por Oscar Soneira. @oscarsoneira
La primavera trae consigo un millar de cosas buenas, azules cielos, ríos que se renuevan, más animalillos en los verdes prados, y por supuesto muchas y coloreadas flores. Para mí, una de las flores más preciadas, es las que se hace dentro de las barricas de Jerez, el velo de flor. Ese manto que separa y guarda el otro oro líquido: el fino.
En este caso me voy a fijar en el fino de Gonzalez Byass. Por estas fechas suele sacar una edición de su Tío Pepe fino en rama. Y qué quiere decir en rama, os preguntaréis muchos, pues simplemente un calificativo más para denominar a los finos no filtrados. De esta manera, se preserva mejor su autenticidad.
Autenticidad que se vislumbra ya en la copa con un precioso amarillo pajizo de reflejos dorados, como si el sol se reflejara en la tierra albariza de donde nace. Es brillante y de abundante lágrima, perfume Atlántico, en contraste con toques de tierras de almendros, aceitunas y fruta blanca y ácida. No nos olvidemos de las levaduras del velo, con esos recuerdos vegetales y de pizarra.
Su paso por boca es elegante, refrescante y un canto a la primavera. Cítricos descarados, tímida fruta de hueso y una salinidad controlada. Buen volumen, medido, y untuoso con un corazón aceitunado, que se acompaña de un velo ahumado, evocador. Termina en frutos secos y flores blancas acompasan el final. Es agradable, suave y aterciopelado. Tiene un gran recorrido, lleno de frescura y sin perder un ápice de expresión jerezana. Vino en una añada buenísima.
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